Familia comiendo en el jardin con mascota

En un anterior post os dábamos algunos consejos para establecer una serie de hábitos saludables dentro de la familia. ¿Qué tareas debe hacer cada uno de los miembros de una familia? ¿Cómo las debemos repartir? En esta segunda (y última) parte del post profundizamos en otros aspectos que también se deberían de tener en cuenta.

Anteriormente hablábamos de una serie de pautas a tener en cuenta a la hora de establecer rutinas dentro de la familia para repartir las tareas y conseguir que todos los miembros se impliquen. Hoy vamos a hablar de otros aspectos completamente diferentes: las mascotas y la arquitectura. ¿Nos seguís?

Las mascotas

Las campañas de las protectoras de animales no se cansan de repetir la responsabilidad que supone adquirir una mascota. Para que esa responsabilidad se convierta en una experiencia positiva, tanto para dueños como para animales, es necesario integrar al nuevo miembro de la casa de la manera correcta y con el adiestramiento adecuado para que el cachorro (si adoptamos un perro, por ejemplo) alcance tres metas: concordia con cada componente familiar, que no tenga problemas de conducta y que se relacione amistosamente con otros perros.

«Es fundamental que juegue y conozca a niños, bebés, personas mayores, en sillas de ruedas… La interacción del cachorro con un niño no es igual que con un adulto o una persona mayor, y deben aprenderlo», advierte Elena Romero, veterinaria especializada en medicina de pequeños animales y colaboradora de Webconsultas. Para conseguir este objetivo, la educación en los primeros cuatro meses de vida del cachorro es determinante.

Se debe acomodar la casa a la presencia del nuevo amigo que convivirá con la familia y tener paciencia, sobre todo al principio, porque solo a través de rutinas y repeticiones se llegará a perfilar el carácter del animal para que sea sociable y obediente. «Es una buena idea restringir el espacio del cachorro, pues toda la casa puede ser excesivamente estimulante. Podemos usar una habitación de la casa, o limitar el espacio con vallas separadoras o un parque para cachorros. Esa habitación debe tener una camita confortable, un bebedero de agua limpia y fresca, juguetes para mordisquear, y un lugar lo más alejado posible de la cama para hacer sus necesidades», detalla Romero, hasta que, por fin, tras llevar a cabo una pauta de salidas al exterior ya no haya que preocuparse de estas cuestiones.

«Arquitectura saludable», la vivienda como un actor más

Para terminar, nos parece acertado cerrar el círculo de los componentes que integran la casa con un último actor: la propia vivienda. Y es que, desde el punto de vista arquitectónico, actualmente se están dando alternativas saludables en este ámbito que favorecen la llamada «bioconstrucción», concepto que trata de ser respetuoso con el medioambiente. Es una opción, en lugar de la arquitectura tradicional, que se caracteriza por la búsqueda de espacios biocompatibles: «Pinturas minerales en lugar de plásticas (al silicato, a la cal o a la arcilla, por ejemplo), utilizar revestimientos naturales no plastificados ni barnizados (aunque sean barnices al agua), permitir que materiales nobles estén en contacto con nuestro organismo (maderas enceradas o aceitadas o suelos pétreos), así como introducir vegetación, como Potus o Ficus, que, además de aportar humedad al aire, lo depuran de algunos compuestos tóxicos, como el formaldehído, presente en múltiples colas de mobiliario». Así lo explica Rafael Hernández, arquitecto superior y gerente en el estudio de arquitectura DinA5.

«Una casa saludable responde fielmente al objetivo original de toda vivienda, el de proteger a sus habitantes de agresiones externas y favorecer un óptimo descanso», destaca Hernández a la hora de establecer las aspiraciones elementales que cualquiera desea obtener de su hogar. «En la actualidad —continúa— este objetivo se ha especializado enormemente y una vivienda sana tiene en cuenta múltiples factores, algunos son clásicos, como la orientación o la geometría, y otros más actuales, como el control de la humedad relativa, la contaminación electromagnética externa (tendidos eléctricos o antenas de telefonía), interna (redes wifi), el tratamiento del agua, la ionización del aire, y un largo etcétera».

Si se tiene en cuenta el ajetreado ritmo de vida al que actualmente nos vemos sometidos, y quizá principalmente en zonas urbanas, con el trabajo, el transporte, el impacto de las tecnologías…, «una vivienda, y en realidad cualquier espacio arquitectónico interior, debe de convertirse en una especie de santuario donde, como mínimo, se anule todo tipo de alteraciones físicas para el organismo», concluye Rafael Hernández.

¿Qué te parecen nuestros consejos? ¿Los vas a poner en práctica? ¿Estás de acuerdo?

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