Inercia Térmica

Al igual que el aislamiento térmico, la inercia térmica es otro recurso que contribuye a la reducción del consumo de energía y a un mayor bienestar para los ocupantes de una vivienda.

Para quien no haya oído hablar nunca de este término, la inercia térmica se podría definir como la capacidad que tiene un edificio o un material para almacenar y conservar el calor, pese a los cambios de temperatura que haya en el exterior.

Lo más importante respecto a la inercia térmica es que uno de sus grandes beneficios es el ahorro de consumo en calefacción e incluso en refrigeración (aire acondicionado, ventiladores…) manteniendo una temperatura estable en los espacios interiores a lo largo del día. En Vivienda Saludable vamos a contarte un poco más acerca de esta medida pasiva y respetuosa con el medio ambiente:

¿Cómo funciona la inercia térmica?

Como hemos comentado, la inercia térmica permite mantener la temperatura estable a lo largo del día, en los espacios interiores habitables. Por ejemplo, en verano un muro que tenga una gran inercia térmica absorberá el calor de las radiaciones solares y, por la noche, al ventilar, se disipará progresivamente. A la mañana siguiente, dicho muro ha reducido su temperatura, para empezar de nuevo el ciclo. Este proceso reduce la necesidad de utilizar un equipo de refrigeración.

Durante el invierno, el muro que tenga una buena inercia térmica absorberá el calor del sol durante el día para luego desprenderlo lentamente cuando llegue la noche y las temperaturas bajen en el exterior, manteniendo así la vivienda a una temperatura confortable y reduciendo el uso de sistemas de calefacción, con el ahorro energético que eso conlleva.

¿Cómo se consigue que funcione la inercia térmica?

Básicamente, para que este recurso funcione necesita de materiales específicos con una alta densidad y espesores más grandes en la construcción de las instalaciones. En concreto, deben usarse materiales con gran inercia o capacidad calorífica como el agua, el granito, la tierra seca o el adobe.

Otros materiales más habituales en la construcción y que también tienen una capacidad calorífica aceptable son la madera, el ladrillo o el hormigón.

Un claro ejemplo de sistemas arquitectónicos cuyo funcionamiento se basa en la inercia térmica son las cubiertas vegetales, que ya estamos viendo en muchos edificios de grandes ciudades. Gracias a la inercia térmica de la tierra, que tiene un efecto amortiguador de la temperatura, reduce las entradas y salidas de energía a través de la cubierta vegetal. Otro ejemplo son los llamados muros trombe. Este tipo de elemento arquitectónico va absorbiendo y acumulando el calor en su interior y lo va transmitiendo lentamente a la estancia gracias a su masa térmica

¿Apto para todas las viviendas?

Hay que destacar que la inercia térmica no es adecuada en todos los casos, como puede ser en espacios que no se usen de forma continua. Un ejemplo son las casas de fin de semana, debido a que tardan un mayor tiempo en calentarse. También hay que tener en cuenta que, si queremos aprovechar esta propiedad, tendremos que tenerla en cuenta desde el mismo diseño de la vivienda.

En definitiva, el ahorro de energía y el confort térmico son los dos grandes beneficios que aporta la inercia térmica a una vivienda, y es especialmente beneficiosa en climas donde se producen importantes oscilaciones térmicas entre el día y la noche.

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